Tenía varios temas en la cabeza en este último tiempo. Mucha data que me fue decantando durante el invierno, esos meses que me desconecté del mundo, inclusive de cosas que me hacen bien.
En otro momento de mi vida me hubiese juzgado y me hubiese exigido reconectar con todo, pero descubrí en esa desconexión que esa toma de distancia también es un lugar sagrado, un lugar para habitar. Y eso no me detuvo ni me alejó de volver a todo eso que me hace bien, sino todo lo contrario, me permitió ver que en realidad no estaba desconectada sino que estaba conectando con otras cosas, que no eran las de siempre. Me permitió encontrar un lugar más adentro mío que antes juzgaba de insuficiente y ahora sé que puedo habitar con amor. Y sin forzar ni exigir, volví con liviandad a todas esas cosas que me nutren.
"Aunque las cosas no se den como las queremos, siempre se dan como las necesitamos"
La desconexión también es un lugar digno de respeto y apreciación. Si estás en ese lugar y te sentis frustrada, presionada, autoexigida, te regalo mis aprendizajes para que los hagas propios y, antes de armar las valijas para volver a vos, te des el espacio para reconocer que donde estás hoy es perfecto, y puedas absorber todos los regalos que esto te trajo. Y que también sueltes el “tengo que” y el “debería” y te preguntes: con que quiero volver a conectarme? A que quiero volver y a que no? Que tomes esta desconexión para respirar por fuera de tus hábitos de siempre, porque todo lo que es verdaderamente para vos, resistirá el análisis.
Cómo soltar la expectativa de resultado y disfrutar del proceso? Cómo dejar de juzgarnos cuando sentimos que estamos desconectadas de todo lo que nos hace bien? Qué tiene para enseñarnos la eterna sabiduría de la naturaleza? Cómo soltar la autoexigencia sin soltar el deseo de lograr objetivos?.
En este episodio reflexiono acerca de lo que se llevó y me dejó el invierno.
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